La demanda de transporte oceánico de contenedores marítimos está en niveles históricos. El pasado mes de mayo marcó un nuevo récord: casi 16 millones de TEU (unidad de medida para contenedores de 20 pies), según la consultora marítima Xeneta. Si se proyecta esta cifra hasta finales de año, la cifra alcanzará los 74 millones de TEU. Es más del 8% más que en 2023, y el aumento más fuerte desde el último trimestre de 2021. Nunca se habían movido tantos contenedores en tan poco tiempo.
La pregunta del millón es inevitable: ¿Qué está por venir? “El consumo en EE.UU. está repuntando de manera muy fuerte. A esto se añade el crecimiento de la demanda en Europa y Japón. Pero ahora han decidido adelantar para estar seguros de tener las tiendas llenas. Lo reconoció por ejemplo, el grupo Inditex, en su última presentación de resultados.
Con los ataques de los hutíes, que contaminan con bombas los buques que transitan en el mar Rojo, ahora las naves que sirven las rutas entre Oriente y Occidente se ven obligadas a pasar por el canal de Buen Esperanza en Sudáfrica, lo que supone alargar su tiempo de navegación diez días más e incrementar los costes. Los fletes marítimos han repuntado casi un 80% en un año, cubriendo los tenedores una tendencia alcista que nadie esperaba. En paralelo, el precio de un contenedor de 40 pies en la ruta desde Shanghái a Nueva York se ha disparado a casi 10.000 dólares. “Las navieras funcionan como las aerolíneas low cost. Cuando queda un asiento disponible, lo hace pagar sangre y oro”, explica Jordi Espín, secretario general de la asociación de cargadores Transprime. “Ellos pagan a coste de oportunidad, pero a los intermediarios les cuesta el triple”.
Pero el alza tiene un alcance geopolítico. En el ámbito regional, con la guerra en Ucrania, la cercanía de las elecciones en EE.UU. en 2024, o el terremoto de Turquía, se suman otros factores. Las tarifas en algunas rutas de Asia han aumentado hasta un 300% desde diciembre de 2023. Las compañías se adelantan a nuevos aranceles, posibles huelgas y el riesgo geopolítico.
Para los clientes finales es una mala noticia. Porque ahora los fabricantes, para no recurrir a materias primas producidas en navieras diferentes, pero así el derivado final de los productos se resiente. Y siempre acaba ganando las navieras. “Las compañías tienen que pasar el alza de tarifas al consumidor, esto es ineludible y aumenta las exigencias de stock y los precios”, indica Espín. Este reflujo tiene un efecto mariposa en la industria de primera línea, con “cientos de miles de empleos y miles de millones de dólares en riesgo”.
Al final, las compañías navieras están forzadas a gestionar sus riesgos y equilibrar una capacidad de flete que es finita y complicada de incrementar en situaciones de emergencia. “El mercado es muy dinámico, pero las tarifas no bajarán en los próximos meses”, indica Espín. Y esto es una mala noticia para los fabricantes, que verán un efecto dominó en sus operaciones y márgenes comerciales.
**La crisis del mar Rojo ha disparado la actividad del Port de Barcelona, que de momento es el único gran puerto en España que funciona con dos operadores de terminales con un rendimiento pleno, señala el responsable de operaciones del puerto, José Alberto Carbonell. Con esta actuación, el Port de Barcelona ha evitado el colapso y con la modernización de su infraestructura planea triplicar la carga en los próximos cinco años.
Hemos vivido una decisión que nos ha obligado a reconfigurar la logística. Hemos tenido un aumento del 12% de operaciones en las últimas tres semanas. El mercado nacional ha respondido muy bien a esta mejora”, indica Carbonell. El puerto ha superado el bloqueo de los ataques hutíes con la colaboración de los países de la alianza naval.
El repunte de la demanda de contenedores en Barcelona ha propiciado una modernización en la infraestructura portuaria, con un incremento del 24% en el rendimiento del puerto en los últimos dos meses.
Carbonell añade que el puerto también ha reducido su huella de carbono en un 15% y mejorado sus procesos de carga y descarga con nuevas tecnologías. “El futuro de Barcelona como hub logístico está más garantizado que nunca”, concluye Carbonell.